Final de curso...¡Fiesta, fiesta!
Cada año es lo mismo.
Nervios y prisas por parte de los alumnos por hacer los últimos exámenes, y por saber los resultados inmediatamente.
Nervios y prisas por parte de los alumnos por hacer los últimos exámenes, y por saber los resultados inmediatamente.
Nervios y prisas por parte de los profesores por corregir los susodichos exámenes y poner las notas finales a tiempo para que salgan impresas en el boletín de calificaciones.
Todas esas prisas nerviosas responden a una simple causa: Las ganas que tienen tanto profesores como alumnos de comenzar las ansiadas vacaciones de verano. Unas vacaciones que todos creemos merecer, pero por razones muy diferentes.
Los profesores, como buenos adultos, estamos locos por pillar cualquier excusa para no ir a trabajar. Y cuando el trabajo se hace cada vez más pesado y frustrante, las ganas se multiplican por diez. Ver que todo el esfuerzo que has invertido durante los últimos nueve meses se va a debilitar, o incluso desaparecer por completo, en el cerebro de tus alumnos te quita las ganas de seguir enseñando. Y que, además, no les importe, te hace plantearte la aptitud y la validez de esos que se llaman padres.
Lo alumnos siempre están locos por perderse las clases, para hacer sus botellones sin bebida en las aulas. Porque eso es lo que hacen, se levantan, gritan, bromean y se pelean como si estuvieran en un parque. Además se sientan en las mesas, ponen posturitas insinuantes para flirtear o intentar ligarse a algún / alguna compañero/a. O directamente se lo llevan al servicio. Lo hacen así porque creen que lo que les enseñamos no les sirve para nada, que sólo es una obligación sin sentido, un castigo que les imponemos los adultos por tener tanto "Flow".
Pero no piensan en el futuro. Sólo piensan en el presente. En sexo en el presente.
Cuando preguntas "¿Qué quieres hacer en el futuro?" la única respuesta que recibes es "Ganar mucho dinero". Ya no tienen aspiraciones de hacer algo en esta vida, lo único que quieren es ganar más que los demás para poder comprarse cosas que los demás no puedan. No buscan un lugar que les dé sentido a sus vidas, donde poder realizarse y crecer como personas.
Pero sólo crecen en altura, y en estulticia, puesto que siguen siendo extremadamente pueriles aunque tengan treinta y cinco años. Esos niños caprichosos, esos pequeños dictadores, se están empezando a convertir en esclavos descerebrados que se creen todo lo que ven por la tele. Justo lo que quieren los políticos, borregos a los que manipular para que les mantengan en el poder (y en la oposición) con sus votos.
Eso es lo que son, y van a ser. Niñatos que se creen independientes, y desafían tu autoridad, pero que no son capaces de ver las mentiras que sueltan los políticos por esas boquitas fruto de la evolución a la que tanto temen los Estadounidenses.
¿Ése es el futuro que nos espera? Si eso es así, el planeta tierra estará muerto mucho antes de que se acaben los recursos naturales, y cientos de años antes de que nuestro queridísimo Sol se convierta en una supernova y haga desaparecer el espacio físico que compartimos con tantos alienígenas inteligentes.
Por eso, entre tanta celebración final de curso, nuestros atrevidos y descarados mozuelos (muchos de los cuales ya no lo serán) deberían reflexionar sobre la utilidad que tiene su vida, y hasta qué punto el dinero les proporciona satisfacción personal.
Todas esas prisas nerviosas responden a una simple causa: Las ganas que tienen tanto profesores como alumnos de comenzar las ansiadas vacaciones de verano. Unas vacaciones que todos creemos merecer, pero por razones muy diferentes.
Los profesores, como buenos adultos, estamos locos por pillar cualquier excusa para no ir a trabajar. Y cuando el trabajo se hace cada vez más pesado y frustrante, las ganas se multiplican por diez. Ver que todo el esfuerzo que has invertido durante los últimos nueve meses se va a debilitar, o incluso desaparecer por completo, en el cerebro de tus alumnos te quita las ganas de seguir enseñando. Y que, además, no les importe, te hace plantearte la aptitud y la validez de esos que se llaman padres.
Lo alumnos siempre están locos por perderse las clases, para hacer sus botellones sin bebida en las aulas. Porque eso es lo que hacen, se levantan, gritan, bromean y se pelean como si estuvieran en un parque. Además se sientan en las mesas, ponen posturitas insinuantes para flirtear o intentar ligarse a algún / alguna compañero/a. O directamente se lo llevan al servicio. Lo hacen así porque creen que lo que les enseñamos no les sirve para nada, que sólo es una obligación sin sentido, un castigo que les imponemos los adultos por tener tanto "Flow".
Pero no piensan en el futuro. Sólo piensan en el presente. En sexo en el presente.
Cuando preguntas "¿Qué quieres hacer en el futuro?" la única respuesta que recibes es "Ganar mucho dinero". Ya no tienen aspiraciones de hacer algo en esta vida, lo único que quieren es ganar más que los demás para poder comprarse cosas que los demás no puedan. No buscan un lugar que les dé sentido a sus vidas, donde poder realizarse y crecer como personas.
Pero sólo crecen en altura, y en estulticia, puesto que siguen siendo extremadamente pueriles aunque tengan treinta y cinco años. Esos niños caprichosos, esos pequeños dictadores, se están empezando a convertir en esclavos descerebrados que se creen todo lo que ven por la tele. Justo lo que quieren los políticos, borregos a los que manipular para que les mantengan en el poder (y en la oposición) con sus votos.
Eso es lo que son, y van a ser. Niñatos que se creen independientes, y desafían tu autoridad, pero que no son capaces de ver las mentiras que sueltan los políticos por esas boquitas fruto de la evolución a la que tanto temen los Estadounidenses.
¿Ése es el futuro que nos espera? Si eso es así, el planeta tierra estará muerto mucho antes de que se acaben los recursos naturales, y cientos de años antes de que nuestro queridísimo Sol se convierta en una supernova y haga desaparecer el espacio físico que compartimos con tantos alienígenas inteligentes.
Por eso, entre tanta celebración final de curso, nuestros atrevidos y descarados mozuelos (muchos de los cuales ya no lo serán) deberían reflexionar sobre la utilidad que tiene su vida, y hasta qué punto el dinero les proporciona satisfacción personal.