Dinero, dinero, en mi cabeza constante estás.
Dinero, dinero, compras o vendes con intereses.
Estas palabras pertenecen a una canción del grupo OBÚS del año 1982, en la que el incombustible Fortu Sánchez nos avisaba sobre la esclavitud de ese maldito y vil metal.
Y es curioso, pero en este mundo en el que más se educa en valores de solidaridad, cooperación e igualdad es en el que los seres humanos dependemos cada vez más de lo material.
Como profesor, lo veo cada día en clase.
En la gran maldición de nuestros días: Los teléfonos inteligentes en manos de adolescentes menos inteligentes que ellos.
Es curioso cómo el noventa y ocho por ciento de los adolescentes españoles, andaluces y catalanes preferirían mil veces que les arrancasen un pulmón antes de que les dejen sin aparatito durante una hora.
Y lo he comprobado en mis propias cannnes.
Este curso académico soy de los pocos profesores interinos afortunados con una vacante para todo el curso escolar. Eso sí, me han mandado lo más lejos que se les ha ocurrido: En Cuevas del Fachazora, un simpático pueblo de la Almería profunda donde todo rastro de tecnología desaparece cuando llueve.
Este pueblo, cuna de ilustres pensadores como Carlos Herrera, se enorgullece de resolver todos sus conflictos por medio de la violencia, así como de restringir el papel de la mujer a un mero objeto sexual que, si es necesario, trabajará para aportar dinero y malcriar a los hijos. Y así volvemos a los adolescentes...
Volvemos a los adolescentes.
Hay una norma escrita en casi todos los Reglamentos de los colegios e institutos que prohíbe a los alumnos llevar el teléfono móvil al centro. Todos los años se informa a los alumnos y a los padres de esa y otras normas fundamentales. Y no son fundamentales por gusto.
Los teléfonos móviles, y sobre todo los llamados smartphones tienen incorporadas las funciones más avanzadas del mercado, entre ellas unas cámaras de foto y vídeo cada vez más pequeñas y fiables, y conexión a internet mediante tecnología 3G las veinticuatro horas del día con una velocidad igual o superior a las líneas terrestres. Estos aparatos en manos de adolescentes descerebrados (como casi todos los españoles) tiene dos grandes riesgos:
Para demostrar y / o mantener su lugar en la jerarquía carcelaria, no dudan en organizar peleas en el patio del recreo, grabarlas con el aparatito y colgarlas en internet para que quede constancia de sus hazañas.
En segundo lugar, también los pobres angelitos pueden utilizar el telefonino para grabar a cualquier profesor o profesora dando su clase, y luego editarlo para que parezca que dice cosas que no le corresponden, o simplemente para reírse de él o ella, lo que constituye un delito al difundir imágenes de una persona sin su consentimiento.
Es por esto que se deben requisar los teléfonos móviles a todos los alumnos en los centros educativos, tanto públicos como privados o concertados.
Y no es capricho. Es para evitar un DELITO.
Esto me lleva a hablar de la crisis económica que, parece ser, nos está afectando más que a otros países. Porque este país de contrastes no se queda sólo en los anuncios que Esperanza Aguirre va a destrozar trabajando en Turespaña, sino que va a más.
Cada vez hay más personas pobres, menos clase media, y más personas ricas.
Eso quiere decir que hay más de estos:
Que de estos:
Paradójicamente, los segundos tienen más poder que los primeros.
Y parece que lo seguirán teniendo mucho tiempo.
Hasta que los primeros se den cuenta de que no pueden comerse los aparatos electrónicos que hay en sus casas, ni las alineaciones de sus equipos de júrgol favoritos. Y de que los subsidios que tienen la suerte de recibir no son sino la millonésima parte de la millonésima parte de lo que cada uno de los políticos le han robado a las diferentes administraciones y empresas, tanto públicas como privadas.
Entonces empezarán a cambiar las cosas. Y espero que cambien como cantaba el gran José Carlos Molina en el año 1994:
Asaltando palacios me escucharán,
teniendo cerca el metal, al menos se asustarán.
Aún así, quiero terminar con una nota de Alta Cultura, recitando uno de mis poemas favoritos de don Francisco de Quevedo y Villegas.
PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
¿A qué viene este rollo? - os preguntaréis algunos.
La respuesta es simple.
Me muero de hambre. En este puto pueblo he tenido que alquilar un piso, y tengo más gastos que añadir a mis padres y a mi casa de Málaga. A consecuencia de esto, tengo menos dinero para comida, y sólo puedo hacer una comida diaria.
¡Enhorabuena señores políticos!